Es común que, en ocasiones, nos cerremos a la posibilidad de interactuar y conocer a nuevas personas. Ya sea por temor, por rutina o porque asumimos que conocemos todo acerca del otro. En nuestra cultura, adquirir la habilidad de escuchar y observar desde el corazón se considera una manifestación de sabiduría. Cada individuo representa un universo único.
Al abrir nuestra mente y desacelerar nuestro ritmo, comenzamos a desenterrar relatos que curan, perspectivas que iluminan y silencios que brindan compañía. En la interacción con los demás, también descubrimos aspectos de nuestra propia identidad. Como afirman los sabios: «No es igual expresar ideas que prestar atención con una mente despejada». En ese gesto de profundo respeto, se puede dar inicio a una nueva manera de avanzar juntos.